martes, 14 de diciembre de 2010

Nihil novi sub sole

Hace unos cuantos años, antes de que yo empezara a preocuparme por el paso del tiempo y cuando todavía creía que las personas de 15 o 16 ya eran 'grandes', me presentaron una biblioteca, grande, espaciosa, un edificio que que para mi debe tener un siglo por lo menos; y que si no lo tiene, parece que así lo fuera porque llena la falta de antiguedad con la personalidad, porque sí, puedo jurar que ése lugar tien vida propia y , por lo que sé, cuenta más historias que los libros que allí se alojan, pero todo eso es otro cuento...
Lo que hoy me llevó a escribir estas líneas es el recuerdo de uno de los libros que agarré el azar cuando paseaba por entre los estantes repletos en esa biblioteca.
Ni siquiera examiné la tapa con mucho detalle. Abrí el libro en algún lugar, cualquiera y leí lo que había.
Era una crónica de Roberto Arlt, y la leí y me quedó grabada por mucho tiempo, aunque nunca podía acordarme de quien la había escrito.
Diez años después, cuando tuve que elegir un libropara hacer una monografía. Cualquiera, dijo el Dr.  y después de pasar por muchas opicones volví a elegir uno de Arlt, sin estar segura de cómo llegué a tomar ésa desición ni porqué.
Familiar, creo que me parecía familiar. Conocido. Seguro.  Así, como era el mundo en los días en que lo descubrí por primera vez, aquella vez en que no pude retener su nombre.
Las vueltas que da la vida, no?
En realidad nunca hay nada totalmente nuevo, ni nadie a quien no haya conocido anteriormente de algún modo.
Siempre elegimos de la misma manera. Lo mismo y a los mismos.

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